El veto de Pablo Hermoso de Mendoza, sus apoderados y la propia Casa de Misericordia de Pamplona a Diego Ventura perjudica muy seriamente la pervivencia del espectáculo
En la temporada 2007 se celebraron en España 468 espectáculos de rejoneo de toros y novillos, y el año pasado, 133, según los datos estadísticos que ofrece el Ministerio de Cultura.
Desde esa abultada cifra de hace 16 años, los festejos de toreo a caballo han ido disminuyendo progresivamente: 445, en 2008; 316, en 2010; 221, en 2013; 184, en 2015; 155, en 2017; subieron a 169 en 2018, y el descenso ha continuado hasta 2023.
Paradójicamente, el número de profesionales del rejoneo de toros y novillos inscritos en el registro oficial ha aumentado temporada tras temporada. Según la misma fuente oficial, en 2007 ascendía a 319 y se incrementó año tras año hasta alcanzar la cifra de 416 en 2017. Cultura corrigió a la baja los datos a partir de 2018, y los rejoneadores inscritos ese año fueron 319; seis más se subieron a los caballos en 2019 y 2020, y el número en 2023 fue de 345.
Según publica el portal taurino Mundotoro.com, el escalafón ha sufrido escasas modificaciones, y el número de actuaciones ha oscilado entre las 50 de Diego Ventura en 2022 y Pablo Hermoso de Mendoza en 2017, a las 40 y 46 de Lea Vicens en 2018 y 2019, y las 44 tardes de Sebastián Fernández en 2023.
De los 345 caballeros inscritos, solo 83 actuaron al menos una tarde la temporada pasada, según Mundotoro.com.
Estos datos contrastan con el lleno en los tendidos que se produjo el pasado 14 de abril en la pasada Feria de Sevilla y con las dos tardes de ‘no hay billetes’ de este San Isidro (los días 18 de mayo y la corrida mixta del 26) y el lleno del pasado 1 de junio.
Pero la realidad es tozuda y no oculta que algo muy serio sucede en el seno del toreo a caballo que pone en peligro su continuidad en un futuro no muy lejano si no se adoptan medidas correctoras.
Las causas son variadas y todas ellas conocidas, y se reparten entre la excelencia de las cuadras de caballos, la bondad exquisita de los toros, la comodidad de los caballeros, la divertida generosidad del público asistente y la discordia persistente entre las dos grandes figuras del rejoneo, Pablo Hermoso de Mendoza y Diego Ventura, que ha derivado en un incomprensible y reiterado veto del primero sobre el segundo.
A pesar del altísimo número de hombres y mujeres que figuran en el registro de Cultura como profesionales del sector, se pueden contar con los dedos de una mano los que son capaces de conformar un cartel de interés general: Hermoso de Mendoza, padre e hijo, Diego Ventura, Lea Vicens, Sergio Galán, Leonardo Hernández, Andrés Romero, Andy Cartagena y alguno más.
La elección de los caballos y su doma han alcanzado el máximo nivel, la excelencia. No son animales educados para el rejoneo, son toreros, se sienten como tales y transmiten esa condición a los tendidos. Y un caballo torero valiente, con la formación adecuada, el oficio aprendido y una personalidad deslumbrante, está suficientemente preparado para asumir la lidia de cualquier tipo de toro.
La realidad demuestra que no vale cualquier ganadería para el espectáculo de rejoneo. Al menos, es la conclusión que se desprende de los hierros que habitualmente se lidian en estos festejos: El Capea, Los Espartales y Fermín Bohórquez. Estos toros parecen genéticamente concebidos, amamantados y criados para colaborar estrechamente en la consecución del triunfo. No son toros nobles; son benditos, convidados de piedra en un juego de patio de colegio en el que se divierten los demás a costa de su vida. Y, claro, transmiten más lástima que riesgo.
Los espectadores que asisten hoy a las corridas de rejoneo no lo hacen –conclusión por evidente- por ver torear, sino para disfrutar con las cabriolas de los auténticos protagonistas del festejo: los caballos. La ejecución correcta de las suertes es lo de menos; lo importante es que el equino esquive al bondadoso oponente, juegue con él y salga airoso de los encuentros. No importa si los rejones o las banderillas se claven en lo alto, al estribo o la grupa, o con más o menos ajuste. Basta que queden en el toro, qué más da el lugar de su anatomía. Y el rejón de muerte, eso sí, que penetre en la anatomía del animal, sea trasero, bajo o contrario, es condición imprescindible para conseguir algún trofeo.
Un dato fundamental en este proceso de decadencia es el enfrentamiento entre las dos grandes figuras del rejoneo actual: Pablo Hermoso y Diego Ventura. En verdad se desconocen los motivos, y solo Ventura ha reiterado su disposición a solucionar la disputa. Pero lo evidente es que el caballero navarro se la tiene jurada desde hace años: no se anuncia con él en cartel alguno y lo ha vetado allá donde puede, especialmente en Pamplona, donde Hermoso es el ‘jefe’, y en las plazas que regentan sus apoderados, la Casa Chopera: Bilbao, Logroño, Salamanca y San Sebastián.
Este veto impide la competencia entre los dos caballeros más sobresalientes de la actualidad, lo que perjudica sobremanera el prestigio del espectáculo, y cierra las puertas de plazas importantes a Diego Ventura, una realidad injusta e impuesta por Hermoso de Mendoza, cuya categoría personal queda a los pies de los caballos.
Pero la responsabilidad de esta situación no recae solo en el rejoneador navarro; es una colaboradora necesaria la Casa de Misericordia de Pamplona, que hace otro muy flaco favor a la fiesta aceptando la imposición de Hermoso, actitud compartida por los apoderados del caballero.
En fin, que Pablo Hermoso de Mendoza y sus colaboradores son responsables, en la parte que les corresponde, de la decadencia del rejoneo actual. Y algo de reprimenda pública se notó en la frialdad con la que el público de Las Ventas acogió el pasado 18 de mayo la despedida del veterano rejoneador.
Conclusión. El rejoneo está em horas bajas, las causas son conocidas, pero los rejoneadores prefieren permanecer em su zona de confort antes que arriesgarse ante otras ganadarias. Y lo de Pablo Hermoso de Mendoza no tiene nombre. El daño que está haciendo al rejoneo es un borrón en su muy brillante trayectoria.